San José

Diario digital del Centro Josefino de Chile

12 octubre 2006

El Papa invoca el auxilio de María y José sobre las familias en dificultad


Ciudad del Vaticano, domingo, 8 octubre 2006

Queridos hermanos y hermanas:

En este domingo, el Evangelio nos presenta las palabras de Jesús sobre el matrimonio. A quien le preguntaban si era lícito al marido repudiar a su mujer, como estaba previsto por un precepto de la ley mosaica (Cf. Deutoronomio 24, 1), Él respondió que se trataba de una concesión de Moisés a causa de la «dureza del corazón», mientras que la verdad sobre el matrimonio se remontaba «al comienzo de la creación», cuando Dios, como está escrito en el libro del Génesis, «los hizo varón y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y los dos serán una sola carne» (Marcos 10, 6-7; Cf. Génesis 1, 27; 2,24). Y Jesús añade que ya no son dos, sino una sola carne. El hombre, por tanto, no separe lo que Dios ha unido» (Marcos 10, 8-9). Este es el proyecto originario de Dios, como ha recordado también el Concilio Vaticano II en la constitución “Gaudium et spes”: dice «La íntima comunión de vida y de amor conyugal, fundada por el Creador, estructurada con leyes propias, se establece sobre el pacto conyugal; pues es el mismo Dios el autor del matrimonio» (n. 48). Así dice el Concilio.

Mi pensamiento se dirige a todos los esposos cristianos: doy las gracias con ellos al Señor por el don del Sacramento del matrimonio, y les exhorto a mantenerse fieles a su vocación en cada una de las estaciones de la vida, «en la alegría y en el dolor, en la salud y en la enfermedad», como prometieron en el rito sacramental. Conscientes de la gracia recibida que los esposos cristianos puedan construir una familia abierta a la vida y capaz de afrontar, unida, los numerosos y complicados desafíos de este tiempo nuestro. Existe hoy particularmente necesidad de su testimonio. Hay necesidad de familias, que no se dejen arrastrar por modernas corrientes culturales inspiradas en el hedonismo y en el relativismo, y estén, por el contrario, dispuestas a realizar con generosa dedicación su misión en la Iglesia y en la sociedad.

En la exhortación apostólica “Familiaris consortio”, el siervo de Dios, Papa Juan Pablo II escribió que el sacramento del matrimonio «constituye a los cónyuges y a los padres cristianos en testigos de Cristo ‘hasta los últimos confines de la tierra’, verdaderos y auténticos ‘misioneros’ del amor y de la vida» (Cf. número 54). Esta misión se orienta tanto hacia la vida interna de la familia —especialmente en el servicio recíproco y en la educación de los hijos— como hacia el exterior: la comunidad doméstica, de hecho, está llamada a ser signo del amor de Dios hacia todos. Esta misión que la familia sólo puede cumplir si está apoyada por la gracia divina. Por este motivo, es necesario rezar sin cansarse nunca y perseverar en el esfuerzo cotidiano por mantener los compromisos asumidos en el día del matrimonio.

Sobre todas las familias, especialmente aquellas que están en dificultad, invoco la maternal protección de la Virgen y de su esposo san José. ¡María, Reina de la familia, ruega por nosotros!

Benedicto XVI


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