LEAMOS LA EXHORTACION CUSTODIO DEL REDENTOR DE JUAN PABLO II
SAN JOSE, PATRONO DE LA IGLESIA DE NUESTRO TIEMPO
Sabía que no se trataba de un gesto peregrino, pues, a causa de la excelsa dignidad concedida por Dios a este su siervo fiel,
-no sólo como defensa contra los peligros que surgen, sino también y sobre todo como aliento en su renovado empeño de evangelización en el mundo y de reevangelización en aquellos «países y naciones, en los que la religión y la vida cristiana fueron florecientes y» que «están ahora sometidos a dura prueba».[45]
-Para llevar el primer anuncio de Cristo
-y para volver a llevarlo allí donde está descuidado u olvidado,
-la Iglesia tiene necesidad de un especial «poder desde lo alto» (cf. Lc 24, 49; Act 1, 8), don ciertamente del Espíritu del Señor, no desligado de la intercesión y del ejemplo de sus Santos.
Además de la certeza en su segura protección,
-la Iglesia confía también en el ejemplo insigne de José; un ejemplo que supera los estados de vida particulares y se propone a toda la Comunidad cristiana, cualesquiera que sean las condiciones y las funciones de cada fiel.
-Como se dice en la Constitución Dogmática del Concilio Vaticano II sobre la divina Revelación, la actitud fundamental de toda la Iglesia debe ser de «religiosa escucha de la Palabra de Dios»,[46] esto es, de disponibilidad absoluta para servir fielmente a la voluntad salvífica de Dios revelada en Jesús.
-Ya al inicio de la redención humana encontramos el modelo de obediencia —después del de María— precisamente en José, el cual se distingue por la fiel ejecución de los mandatos de Dios.
-Pablo VI invitaba a invocar este patrocinio «como la Iglesia, en estos últimos tiempos suele hacer; o ante todo, para sí, en una espontánea reflexión teológica sobre la relación de la acción divina con la acción humana, en la gran economía de la redención, en la que la primera, la divina, es completamente suficiente, pero la segunda, la humana, la nuestra, aunque no puede nada (cf. Jn 15, 5), nunca está dispensada de una humilde, pero condicional y ennoblecedora colaboración.
-Además, la Iglesia lo invoca como protector con un profundo y actualísimo deseo de hacer florecer su terrena existencia con genuinas virtudes evangélicas, como resplandecen en san José».[47]
-Y recordando que Dios ha confiado los primeros misterios de la salvación de los hombres a la fiel custodia de San José,
-le pide que le conceda colaborar fielmente en la obra de la salvación,
-que le dé un corazón puro, como san José, que se entregó por entero a servir al Verbo Encarnado,
-y que «por el ejemplo y la intercesión de san José, servidor fiel y obediente, vivamos siempre consagrados en justicia y santidad».[48]
-Hace ya cien años el Papa León XIII exhortaba al mundo católico a orar para obtener la protección de san José, patrono de toda la Iglesia.
-La Carta Encíclica Quamquam pluries se refería a aquel «amor paterno» que José «profesaba al niño Jesús»;
-a él, «próvido custodio de la Sagrada Familia» recomendaba la «heredad que Jesucristo conquistó con su sangre».
-Desde entonces, la Iglesia —como he recordado al comienzo— implora la protección de san José en virtud de «aquel sagrado vínculo que lo une a la Inmaculada Virgen María»,
-y le encomienda todas sus preocupaciones y los peligros que amenazan a la familia humana.
-Aún hoy tenemos muchos motivos para orar con las mismas palabras de León XIII: «Aleja de nosotros, oh padre amantísimo, este flagelo de errores y vicios...
Asístenos propicio desde el cielo en esta lucha contra el poder de las tinieblas ...;
-y como en otro tiempo libraste de la muerte la vida amenazada del niño Jesús,
así ahora defiende a la santa Iglesia de Dios de las hostiles insidias y de toda adversidad».[49]
Aún hoy existen suficientes motivos para encomendar a todos los hombres a san José.
Deseo vivamente que el presente recuerdo de la figura de san José renueve también en nosotros la intensidad de la oración que hace un siglo mi Predecesor recomendó dirigirle.
- Esta plegaria y la misma figura de José adquieren una renovada actualidad para la Iglesia de nuestro tiempo, en relación con el nuevo Milenio cristiano.
- El Concilio Vaticano II ha sensibilizado de nuevo a todos hacia «las grandes cosas de Dios»,
hacia la «economía de la salvación» de la que José fue ministro particular.
Que él nos indique el camino de esta Alianza salvífica, ya a las puertas del próximo Milenio, durante el cual debe perdurar y desarrollarse ulteriormente la «plenitud de los tiempos», que es propia del misterio inefable de la encarnación del Verbo.
[43] Ibid., l.c., pp.282 s.
[44] León XIII, Carta Encícl. Quamquam pluries (15 de agosto de 1889): l.c., pp. 177-179.
[45] Exhort. Apost. Post-Sinodal Christifideles laici (30 de diciembre de 1988), 34: AAS 81 (1989), p. 456.
[46] Const. dogm. Dei Verbum, sobre la divina Revelación, 1.
[47] Pablo VI, Alocución (19 de marzo de 1969): Insegnamenti, VII (1969), p. 1269.
[48] Cf, Missale Romanum, Collecta; Super oblata en «Sollemnitate S. Ioseph Sponsi B. M. V.»; Post. comm. en «Missa votiva S. Ioseph».
[49] Cf. León XIII, «Oratio ad Sanctum Iosephum», que aparece inmediatamente después del texto de la Carta Encícl. Quamquam pluries (15 de agosto de 1889): Leonis , XIII P. M. Acta, IX (1890), p. 183.
[50] Sacr. Rituum Congr., Decr. Quemadmodum Deus (8 de diciembre de 1870): PII IX, P.M. Acta, pars I, V p. 282.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home