San José

Diario digital del Centro Josefino de Chile

22 diciembre 2005

Testimonio de amor y justicia por los pobres


El cura Jon Cortina y los “aristócratas del Espíritu”

Un testimonio sobre el sacerdote vasco y su compromiso con el pueblo salvaroreño

Una agenda del año recién estrenado (1992) asomaba del bolsillo de su camisa. El padre Jon Cortina se disponía a enfrentar los primeros pasos de la posguerra en El Salvador acompañando y amparando a los suyos, a quienes había hecho suyos, a los campesinos pobres de Chalatenango. El acuerdo de paz se había firmado la noche de Año Nuevo en Nueva York mientras él celebraba una vigilia de esperanza en la parroquia de San José de las Flores, cabecera departamental en plena zona de conflicto.

Se cuenta que Cortina sobrevivió de manera fortuita al asesinato colectivo de sacerdotes en la Universidad Centroamericana Simeón Cañas en noviembre de 1989. En esos años de convulsión pocas veces abandonaba su parroquia, en Chalatenango, pero esa noche había sido convocado por el rector de la universidad, Ignacio Ellacuría, a una reunión. No pudo llegar a San Salvador porque algún caso de violación de derechos humanos se le atravesó. Pero los asesinos lo esperaban. Durante las primeras horas después del crimen su nombre figuraba entre los de religiosos ejecutados. "Me oí muerto", decía.

Después le aconsejaron alejarse de Chalate. Nunca se fue.

En 1993, cuando la oficina de Naciones Unidas para el proceso de paz en El Salvador (Onusal) llegó a Chalatenango para documentar el informe de la Comisión de la Verdad, Cortina asistió a las sesiones y entrevistas. Se sobresaltó al notar que entre los testimonios abundaban no sólo los de madres que referían la muerte de sus hijos, sino los secuestros. "Se vendían. ¡Aquí hubo un trasiego de niños que es vergonzoso!", dijo en la entrevista con El Faro. Y decidió no ser indiferente a esa realidad que el informe de la comisión dejó a un lado.

Empezó entonces su gran batalla. Fundó la organización Pro Búsqueda de Niños y Niñas, que en 10 años acogió 750 peticiones. A contracorriente de la indolencia de las autoridades y la cerrazón de los militares, Cortina y su puñado de colaboradores buscaron en 11 países, tocaron todas las puertas y lograron encontrar a 293 jóvenes, además de que organizaron 169 rencuentros. Muchos otros aún están en proceso.

Tenía 70 años al morir. El jesuita José María Tojeira, sucesor de Ellacuría en la UCA, dio a conocer la noticia en la radio salvadoreña. Las reacciones de pena y solidaridad brotaron de todos los rincones habitados por guanacos pobres. En Los Angeles, Euskadi, Guatemala y El Salvador se celebran misas. Pero las expresiones más sentidas se han producido en Guarjila, comunidad que fue despoblada y repoblada en los 80, donde Cortina tenía su casita, su parroquia. Desde ahí, los campesinos, esos aristócratas del espíritu que nada tienen, han pedido que los restos de Cortina, "el padre de Guarjila", descansen en esa tierra.

Blanche Petrich

Extracto tomado de: http://www.jornada.unam.mx/2005/12/22/048n1soc.php


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