San José

Diario digital del Centro Josefino de Chile

30 enero 2006

El Padre Angel Cuomo y su relación con San José


Tengo derecho a tu ayuda

(En la imagen el p. Ángel es el tercer muchacho de la primera fila. En esta foto Ángel Cuomo es aspirtante de la Acción católica en San José Vesuviano en 1930).

En el mundo interior del padre Ángel Cuomo encontramos una relación notable con San José. El espesor de su vida espiritual ha emergido ya de los hechos de su existencia desde su juventud. Un perfil en tal sentido está bien delineado por monseñor Del Gaudio en su biografía “Un apóstol de los jóvenes”, en los que se pone de relieve su figura de sacerdote, de religioso, de hombre virtuoso y libre, de enamorado de la Inmaculada.

El arte educativo, la capacidad realizadora, la fecunda paternidad espiritual, entrelazada de humildad, y de caridad, especialmente con los jóvenes y con los hermanos, ha sido ya puesta en relieve. El amor por Jesucristo, seguido, defendido, y donado es en él ardiente sin medida; una vez que se ha consagrado, le es fiel hasta el fin; difundir el amor infinito de su corazón y de su presencia eucarística es la misión de su vida. Escribe: “Dios es Amor. El Corazón traspasado se ha convertido en expresión del amor de Jesús, Dios pide una respuesta de amor. . . Yo estoy a la puerta y toco”. Le debe haber quedado bien impreso el testamento espiritual de san Leonardo Murialdo, en el que el recomendaba a los suyos dos deseos: difundir el amor de Dios y la mediación materna de María. ¡Cuánto es grande su amor paterno y providente, gratuito e infinito, actual y personal, tierno y misericordioso! ¡Cuánto es verdadero que toda gracia la obtenemos por medio de María! La devoción a la Virgen es en él tiernísima... está continuamente presente en su predicación, la inculca en todos los modos a los muchachos, a los jóvenes y a los adultos como un tesoro que no tiene precio.

Difunde la Oración, “Mamá del cielo, también hoy mírame y protégeme de todo mal, del miedo, de la tristeza. Ven conmigo, camina junto conmigo, junto a todos mis hermanos del mundo, sobretodo los más infelices y los más solos. Pon en mi corazón y en mis ojos la alegría por todas las cosas bellas que Dios ha creado por el camino de la vida”. La figura de san José tiene en él un importancia especial, se podría decir casi visceral. Parte, en efecto, desde hace años, por ser ciudadano de san José Vesuviano, crecido junto al santuario del Patrono, profundizada, después, en calidad de Josefino con todos sus efectos. Justamente se ha escrito: “Se nota en el Padre Ángel aquella filial confianza en San José que, nos es lícito pensar, la hubiera igualmente tenido aunque si no hubiera sido religioso de san Murialdo”. Por la particularidad de tal devoción, es aportuno asignarle un espacio aparte.

A pocos días de su ordenación sacerdotal, esencia que lo ha acompañado en su crecimiento desde la infancia y ahora debe acompañarlo al sacerdocio: “Acompáñame tú al altar, San José, por muchas razones tengo derecho a tu ayuda y a tu protección”. Es interesante este sentirse en derecho de ser ayudado de parte del santo. Recién ordenado sacerdote, se acerca al altar de san José, en el Santuario de San José Vesuviano, implora del Patrono para sus conciudadanos las más electas gracias y bendiciones, y reza así: “Tu, oh san José, que me has conducido al altar, bendice mi apostolado sacerdotal, bendice y haz comprender a estos fieles devotos el gran honor y la gracia de dar un hijo a Jesús y a la Iglesia.. Haz que entorno a tu santuario florezcan numerosas flores de vocaciones sacerdotales, que bajo tu protección y tus cuidados, oh San José, puedan difundir la luz de la fe en Cristo y el calor de su caridad”. Ruega pues por los padres, el hermano, los parientes, los jóvenes, los sacerdotes, las autoridades, los soldados en guerra; y agrega: “Bendice al P. Pepino que te ha levantado un templo tan bello, bendice a los Padres Josefinos que en tu nombre trabajan entre tus fieles”: Como ya relevado, ha tenido seguramente una influencia con su relación especial con el santo Monseñor José Ambrosio, fundador del santuario y párroco de su infancia.

Conocemos, pues su deseo, muchas veces reiterado, en lo que se refiere a su parroquia de origen: “Se hacen votos para que se convierta en el Santuario nacional de la Congregación y un centro de irradiación de la devoción a San José”. Como hemos visto, cuando se encuentra en su pueblo en el trágico septiembre de 1942, bajo las bombas y las retorsiones nazistas, exclama: “¡Jesús, misericordia! ¡San José! La muerte está cercana”. En este contexto son más que significativas expresiones: “He visto la muerte con los ojos. Señor, Virgen Santa, San José, les agradezco por haberme salvado”. Y también: “San José, protégenos y defiéndenos... escucho el estruendo y una aparato en caída; me acurruco e invoco a Jesús, María y José”. Y al final, librado del peligro: “¡Gracias a Dios San José nos ha protegido!”.


Tomado del PDA: La voz de San José (La voce di San Giuseppe), Enero 2006, pp. 4-5.

Traducción del Italiano: cenjosch


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