San José

Diario digital del Centro Josefino de Chile

01 enero 2006

Una meditación para abrir el año



La Sagrada Familia

Dios quiso que su Hijo naciera en una familia. La Iglesia ha entendido desde su inicio que la familia de Nazaret es el modelo que debe inspirar la vida de las familias cristianas. En ella destaca con claridad la esencia de la familia como comunidad íntima y estable de personas, que nace de la comunión de corazones entre los esposos y se alimenta por un intercambio lleno de respeto y amor. Ahí se crean lazos sólidos, capaces de resistir las pruebas de la vida. Amor que une en diálogo íntimo y lleva a servir y proteger al otro. Respeto que lleva a admirar la grandeza y el misterio del otro. Sólo donde hay respeto y amor surgen vinculaciones plenamente humanas.

Algunas personas han dudado de la validez de este modelo debido a que en la Sagrada Familia está ausente la dimensión de intimidad sexual. Sin embargo podemos afirma que en ella está lo esencial y en forma muy destacada. Es verdad que el sexo contribuye a la comunión, pero sólo si expresa una donación espiritual. Más aún, una entrega del cuerpo sin comunión de los espíritus es una forma de mentira. La carencia de ese tipo de intimidad no atenta contra la comunión familia que resplandece en Nazaret. José se preocupa de María y de Jesús. Trabaja para alimentarlos y asume grandes riesgos para protegerlos. María, hacendosa, transforma la casa y el taller en hogar cálido y cuida, alimenta y educa al Hijo. Solidaria junto a su marido, lo acompaña en su azarosa trayectoria.

En un tiempo de pérdida de identidades y confusión de roles, Nazaret brilla como faro en la oscuridad. Ahí se presentan modelos siempre valederos de padre, madre e hijo. José asume su rol de padre cuidando y protegiendo a los suyos. No sólo es padre el que gesta vida biológica. Cada uno de nosotros necesita ser acogido y amado. Lo más importante es el apoyo afectivo y espiritual que el padre brinda a sus hijos. José es varón responsable, sabe tomar decisiones arriesgadas para conducir a los suyo. Sobrio, sencillo, cercano, servicial, sólido. María es presencia cálida y abnegada. Forma el ambiente de su hogar, y ayuda en su inserción social. En Caná, es presencia participativa y maternal. Está siempre atenta a las necesidades de los demás. Cristo, sujeto a sus padres, crece en edad y sabiduría ante Dios y los hombres. Se deja cuidar y educar, es abierto y dócil para recibir, aunque él mismo es la fuente de la vida.


P. Jaime Fernández M.

Tomado de: El Domingo, día del Señor. Año XXXI, N° 1621 Solemnidad Santa María Madre de Dios. 1° de enero de 2006.


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