San José

Diario digital del Centro Josefino de Chile

13 febrero 2006

Dolores y Gozos en Redemptoris Custos



Dolores y gozos siguiendo la Custodio del Redentor

El Párroco de la parroquia San Juan Evangelista de Santiago de Chile, Padre Gabriel Rodríguez Celis, Misionero de San José, ha colocado en el Boletín parroquial unos dolores y gozos siguiendo la Exhortación Apostólica El Custodio del Redentor del Papa Juan Pablo II.


Primer dolor y gozo.

San José ante el misterio de la Maternidad de su Esposa.

Respondiendo al claro designio de Dios, María con el paso de los días y de las semanas, se manifiesta ante la gente y anta José “encinta” como aquella que debe dar a luz y lleva consigo el misterio de la maternidad. Fue entonces que el mensajero se dirige a José confiándole la tarea de un padre terreno respecto al Hijo de María; la tomó junto con el Hijo que llegaría al mundo por obra del Espíritu Santo, demostrando de tal modo una disponibilidad de voluntad, semejante a la de María, en orden a lo que Dios le pedía por medio de su mensajero (Custodio del Redentor 2 y 3).

Segundo dolor y gozo.

San José en el censo y en el nacimiento.

Dirigiéndose a Belén para el censo, José cumplió la tarea importante y significativa de inscribir oficialmente el nombre “Jesús hijo de José de Nazaret” (cf. Jn 1, 45) en el registro del Imperio. Esta inscripción manifiesta de modo evidente la pertenencia de Jesús al género humano, hombre entre los hombres, ciudadano de este mundo sujeto a las leyes e instituciones civiles, pero también “salvador del mundo”. (Custodio del Redentor 9).

Y en la noche de Belén, como depositario del misterio “escondido desde siglos en Dios” y que empieza a realizares antes sus ojos “en la plenitud de los tiempos”, José es con María, testigo privilegiado de la venida del Hijo de Dios al mundo. (Custodio del Redentor 10).

Tercer dolor y gozo.

San José en la circuncisión

Siendo la circuncisión del hijo el primer deber religioso del padre, José con este rito (cf. Lc 2, 21) ejercita su derecho-deber respecto a Jesús. La Alianza de Dios con Abrahán, de la cual la circuncisión era signo (cf. Jn. 17, 13), alcanza en Jesús su pleno efecto y su perfecta realización, siendo Jesús el «sí» de todas las antiguas promesas (cf. 2Cor 1, 20). En la circuncisión, José impone al niño el nombre de Jesús. Este nombre es el único en el que se halla la salvación (cf. Hech. 4, 12); y a José le había sido revelado el significado en el instante de su «anunciación». Al imponer el nombre, José declara su paternidad legal sobre Jesús y, al proclamar el nombre, proclama también su misión salvadora. (Custodio del Redentor 12).

Cuarto dolor y gozo.

José en la presentación en el templo

El rescate del primogénito es otro deber del padre, que es cumplido por José. En el primogénito estaba representado el pueblo de la Alianza, rescatado por la esclavitud para pertenecer a Dios. También en esto, Jesús, que es el verdadero «precio» del rescate (cf. 1Cor 6, 20; 7, 23; 1Pe 1, 19), no sólo «cumple» el rito del Antiguo Testamento, sino que, al mismo tiempo, lo supera, al no ser él mismo un sujeto de rescate, sino el autor mismo del rescate. (Custodio del Redentor 13).

Quinto dolor y gozo.

José en la huida a Egipto.

Antes de regresar a Galilea, hay que situar un acontecimiento muy importante, para el que la Providencia divina recurre nuevamente a José. Leemos: «Después que ellos (los Magos) se retiraron, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar el niño para matarle»»(Mt. 2, 13). Con ocasión de la venida de los Magos de Oriente, Herodes supo del nacimiento del «rey de los judíos» (Mt. 2, 2). Y cuando partieron los Magos él «envió a matar a todos los niños de Belén y de toda la comarca, de dos años para abajo» (Mt. 2, 16). De este modo, matando a todos, quería matar a aquel recién nacido «rey de los judíos», de quien había tenido conocimiento durante la visita de los magos a su corte. Entonces José, habiendo sido advertido en sueños, «tomó al niño y a su madre y se retiró a Egipto; y estuvo allí hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliera el oráculo del Señor por medio del profeta: 'De Egipto llamé a mi hijo'» (Mt. 2, 14-15; cf. Os 11, 1).

Sexto dolor y gozo

José regresa de Egipto a Nazaret.

El camino de regreso de Jesús desde Belén a Nazaret pasó a través de Egipto. Así como Israel había tomado la vía del éxodo “en condición de esclavitud” para iniciar la Antigua Alianza. José, depositario y cooperador del misterio providencial de Dios, custodia también en el exilio a aquel que realiza la Nueva Alianza. (Custodio del Redentor 14).

Séptimo dolor y gozo.

José ante el misterio de Jesús en el Templo.

Los Evangelios compendian en pocas palabras el largo período de la vida «oculta», durante el cual Jesús se preparaba a su misión mesiánica. Un solo episodio se sustrae a este «ocultamiento», que es descrito en el Evangelio de Lucas: la Pascua de Jerusalén, cuando Jesús tenía doce años.

Jesús participó en esta fiesta como joven peregrino junto con María y José. Y he aquí que «pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres» (Lc. 2, 43). Pasado un día se dieron cuenta e iniciaron la búsqueda entre los parientes y conocidos: «Al cabo de tres días, lo encontraron en el templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles. Todos los que le oían estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas» (Lc. 2, 46-47). María le pregunta: «Hijo ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando» (Lc. 2, 48). La respuesta de Jesús fue tal que «ellos no comprendieron». El les había dicho: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabéis que yo debía ocuparme en las cosas de mi Padre?» (Lc. 2, 49-50).

Tomado del Boletín Parroquial de la Parroquia de San Juan Evangelista. Año II, febrero 2006. N. 12.


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