San José

Diario digital del Centro Josefino de Chile

08 marzo 2006

Oratorio Sombra del Padre (III-IV)


Tercera y cuarta parte de Sombra del Padre

El oratorio que Monseñor Marco Frisina presentó ante el Papa Benedicto XVI el día 25 de febrero de 2006 lleva por nombre: Sombra del Padre. El oratorio está compuesto en 4 partes:

I El Justo
II Epifanía
III Nazaret
IV La casa del Padre


III Nazaret


Muerto Herodes, un ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto y le dijo:

Ángel:

Levántate, toma al niño y a su madre y ve al pueblo de Israel;
porque han muerto aquellos que asechaban la vida del niño.

Él, levantándose, tomó consigo al niño y a su madre y entro en el pueblo de Israel y fue a vivir en una ciudad llamada Nazaret.

Será llamado Nazareno.

José:

¿Qué te daré, hijo mío, como te guiaré,
como enseñaré a tus manos jóvenes el trabajo del hombre?
¿Qué diré a tu corazón de niño, que te puedo sugerir que tú no conozcas en lo profundo?
Sí, te guiaré por los humildes caminos de la vida,
Te haré hábil con la madera y la piedra,
te guiaré al descubrimiento del mundo,
participarás en mis fatigas y mis debilidades
mientras tu amor por nosotros nos iluminará.
Te enseñaré las palabras de nuestras plegarias
y pronunciándolas las iluminarás de infinito,
aprenderás a contar las horas trabajando con tus manos,
a sentarte cansado al atardecer del día
y tu cansancio me dará fuerza,
tus gestos divinos transformarán cada cosa
en un prodigio sublime de ternura y amor.

¡Santa y dulce morada,
donde Jesús niño
esconde su gloria!

José adiestra en el humilde
arte del carpintero
al hijo del Altísimo.

Junto a María
encanta su casa
de una límpida alegría.

La mano del Señor
lo guía y lo proteje
en los días de la prueba.

Oh familia de Nazaret,
experta del padecer
dale al mundo la paz.

A ti sea la alabanza, oh Cristo,
al Padre y al Espíritu
en los siglos de los siglos. Amén.

IV La casa del Padre


Sus padres iban todos los años a Jerusalén para la fiesta de la Pascua.
Cuando él cumplió 12 años, subieron de nuevo según la costumbre, mas transcurridos los días de la fiesta, mientras retomaban el camino de regreso,
el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que sus padres se dieran cuenta.

Después de tres días lo encontraron en el templo,
Sentado en medio de los doctores, mientras los escuchaba y los interrogaba.
Y todos aquellos que lo escuchaban estaban llenos de asombro por su inteligencia y sus respuestas.
Al verlo quedaron asombrados y su madre le dijo:

María:

¿Hijo, porque nos has hecho esto?
Mira, tu padre y yo, angustiados, te buscábamos.

Jesús:

¿Por qué me buscaban? No sabían que yo debo ocuparme de las cosas de mi Padre?

Pero ellos no supieron comprender sus palabras.

José:

¡Oh hijo, hijo mío!
Hijo en el corazón más no en la carne,
Hijo en la fe y en la obediencia trabajadora.
Todo sabía y había aceptado pero estas palabras
no se todavía comprenderlas.
Sufre mi corazón una separación
tantas veces temida pero no inesperada.
¿No soy más padre, no eres, más Hijo?
¿He terminado tal vez mi tarea?
¿Mis manos de hombre no pueden más enseñarte la vida?

Coro:

Se despojó a sí mismo
tomando la condición de siervo.

Pero Jesús partió con ellos y volvió a Nazaret
y les estaba sujeto.
Su madre guardaba todas estas cosas en su corazón.
Y Jesús crecía en sabiduría, edad y gracia delante de Dios y de los hombres.

María:

El Hijo del hombre aprendió la obediencia del corazón de José,
el cansancio del trabajo de sus manos.
Custodió a la madre, custodió al Hijo
con la fuerza del amor, con la paciencia y la alegría,
plasmando su humanidad en el silencio de Nazaret.

Los ángeles:

El Hijo de Dios aprendió las oraciones y las súplicas de los hombres
y aprendió de José los salmos de Israel,
y en los ojos humildes del padre José vio la mirada,
la sombra luminosa del padre,
y en su gran corazón escuchó el latir infinito del corazón de Dios.

Coro:

En tu silencio tu vida perfuma de humildad y de amor
en su simplicidad resplandece gloriosa.
Sombra del Padre custodiaste al Hijo,
padre de cuantos aman a Dios,
Custodio de Cristo y de la Madre
patrono de la Iglesia.

María:

De tu estupendo silencio resuena el paraíso.

Himno

¡Oh José! que los coros celestiales celebren tus grandezas,
que los cantos de todos los cristianos hagan resonar sus alabanzas.
Glorioso ya por tus méritos, te uniste por una casta alianza a la Augusta Virgen.

Cuando, dominado por la incertidumbre y la ansiedad,
te asombras del estado en que se halla tu esposa
un Ángel viene a decirte que el Hijo que Ella ha concebido
es del Espíritu Santo.

¡Oh Trinidad Soberana! oye nuestras preces,
que los méritos de José nos ayuden a subir al cielo,
para que nos sea dado cantar para siempre el cántico de acción de gracias y de felicidad.

Amén. Aleluya, aleluya.

El texto tomado de:

http://www.marcofrisina.com/daniela/Ombra%20del%20Padre.pdf

Traducción: cenjosch


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