San José

Diario digital del Centro Josefino de Chile

15 abril 2006

Meditación en torno al silencio

El silencio fuente de fecundidad

En el sábado santo el mundo entra en el gran océano del silencio: “¡Dios ha muerto!” La última palabra fue: “En tus manos encomiendo mi espíritu”. En aquel instante la humanidad entró en el gran reposo de Dios, el “séptimo día” de la historia humana que ya contenía un fragmento de eternidad; eral el vientre de una nueva humanidad redimida y santificada por el amor del Hijo de Dios que entregaba al Padre el espíritu en una obediencia amorosa que había rescatado el antiguo pecado. El gran silencio fue desgarrado en el alba por la voz de María Magadalena: “¡Cristo ha resucitado!”. Como un inmenso eco esta palabra ha resonado sobre las paredes de los cuatro puntos cardinales y aquellos que acogen esta Palabra tienen la posibilidad de convertirse en Hijos de Dios.

El silencio del sábado santo el nido del amor en el que Dios ha cultivado y hecho vivir el germen de la nueva creación.

Por siempre la voz de Dios nos se puede aferrar sino en el silencio. Para aprender a vivir en el corazón del misterio amoroso de Dios es necesario recorrer el sendero del silencio en la conciencia que “Dios habla aún cuando calla”. La fascinación del silencio de Dios está reflejada en el silencio de los enamorados, en el silencio de su mirada, de su callada cercanía. Cuando se ama, aún sin palabras, la presencia se hace mensaje, participación, comunión. Un filósofo, Kierkegaard, escribió: “Oh Dios, Tú callas por amor y hablas por amor. Así es en el silencio, así es en la palabra: eres siempre el mismo Padre, el mismo creador paterno y nos guías con tu voz nos elevas con tu silencio”.

El elocuente silencio de Dios ha sido comparado al trabajo de la abeja: la abeja trabaja en la oscuridad de la colmena, como el pensamiento trabaja en el silencio y las virtudes en el secreto. En la visita a Nazaret Pablo VI quedo fascinado por el silencio de la casa de José en la que Jesús fue educado. El Papa Montini dio voz a las emociones de aquella visita y, sobre todo, exhaltó el rol fecundo del silencio: “¡Oh! Sin naciera en nosotros la estima del silencio, atmósfera admirable e indispensable del espíritu”. De nuestra condición de vida inmersos en el ruido, impulsados por la prisa, presionados por las urgencias, el mismo Pablo VI exhortaba con tanta fuerza a experimentar el silencio, a tomar de éste la fecundidad y su finalidad, que se hizo una invocación: “¡Oh! Silencio, enséñanos a ser firmes en los buenos propósitos, concentrados en cultivar la vida interior, prontos a escuchar bien y seguir las inspiraciones de Dios y las exhortaciones de los auténticos maestros. Enséñanos cuan importantes y necesarios son son el trabajo de preparación, el estudio, la meditación, la interioridad de la vida, la oración que Dios sólo ve en lo secreto”.

La grande tradición espiritual del mensaje cristiano siempre ha identificado en el silencio el secreto de toda energía espiritual. En su Regla, San Benito exhorta a los monjes a “estudiar en silencio” como si fuera la gramática de la comunión con Dios y con el prójimo.

El silencio es un don que debe pedirse, ya que ninguno logra ser discípulo del silencio si no ha descubierto a abandonarse a sí mismo, a escucharse, a liberarse de las preocupaciones materiales y a dejarse llevar del viento que sopla en las velas del espíritu.

En el libro del Apocalipsis Dios afirma: “Yo hago nuevas todas las cosas”. Esta novedad es siempre actual para cualquiera que escuche el silencio. En esta experiencia florecen los elementos vitales ya que concedemos a Dios la parte virgen de nuestra existencia sobre la cual Dios puede escribir sus deseos o imprimir los proyectos de su amor.

No por pobreza de palabra, sino por fidelidad a su fe, San José es el monumento a la potencia creadora de un amoroso silencio: la fe en la potencia de Dios lo ha convertodio en protagonista de una historia singular.

Mario Carrera
Director de la Santa Cruzada en honor de San José

Tomado de: La Santa Crociata in onore di San Giuseppe (La Santa Cruzada en honor de San José), Año 92. Abril 2006 n. 4, p. 3.

Traducción: Cenjosch


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