San José

Diario digital del Centro Josefino de Chile

10 abril 2006

San José en el Reformador de los Trinitarios

Grandes devotos de San José

San Juan Bautista de la Concepción

Primero

San Juan Bautista de la Concepción (1561-1613), fue el Reformador de los Trinitarios, que vivió en la segunda mita del siglo XVI. Tiene un historial interesante desde el punto de vista cultural y religioso, como escritor, y como Reformado y Santo. Había nacido en Almodóvar del Campo (Ciudad Real) en 1561, en una casa contigua al lugar donde en 1575 fundaron un Colegio de estudios los Carmelitas Descalzos. Fue el quinto de los ocho hijos del matrimonio Marcos García-Isabel López Rico. En 1576 Santa Teresa de Jesús fue a Almodóvar, para conocer el convento y visitar a los carmelitas. Se hospedó en casa de la familia de Juan, y al despedirse de la familia con sumo agradecimiento, fijándose en nuestro joven, le profetizó a la madre: “Su caridad, patrona, tiene aquí entres sus ocho hijos, dos que el uno ha de ser gran santo, patrón de muchas almas, y reformador de una grandiosa Orden, que se verá”. Y así fue, Juan ingresó en 1580 en la Orden Trinitaria, y en 1596 inició su Reforma inspirándose en gran parte en la que había llevado a cabo entre los Carmelitas Santa Teresa de Jesús, con San Juan de la Cruz y otros religiosos, hacía ya casi treinta años.

En los primeros años tuvo que superar no pocas contradicciones para llevar adelante la Reforma. Pasó unos años en Roma viviendo con los Carmelitas, para encauzar mejor y hacer más eficaces los trabajos de la Reforma. A finales de 1599 regresó a España, y en marzo de 1600, habiendo recibido de Roma los Breves, y los decretos del Nuncio en España para la reforma, se hizo de forma definitiva la fundación del convento de Valdepeñas, 19 de marzo de 1600, festividad de San José. Lo demás, con sus pros y contras, sus luces y sombras... fue el desarrollo normal de esa gran obra de reformación que siguió un camino paralelo al de otras Instituciones similares en aquel tiempo.

Segundo

Este Santo se distinguió por su “carisma” de amor y celo por las almas; por su vida penitencial y por su vida de oración. Escribió numerosos libros y tratados espirituales, para instrucción y como guías de dirección espiritual para sus religiosos, en aquellos años un poco desconcertantes de los comienzos de la Reformación. Vivió muy intensamente la vida de oración y contemplación, según el estilo y los métodos del espíritu carmelitano, inspirado por Santa Teresa de Jesús. Durante su vida dio muchas muestras de santidad y de vida mística.

Fue un gran devoto de la Virgen Santísima y también de su Esposo San José, como consta de muchos testimonios del tiempo y del contenido de sus libros y tratados espirituales. Lo cual no es nada de extrañar. Porque fue amigo primer y muy devoto después de Santa Teresa de Jesús, que se había caracterizado entre otras cosas, por su gran devoción a San José, y su confianza inquebrantable en su protección: que siempre ayuda.

En sus escritos tiene varios textos que revelan su amor y devoción al Santo Patriarca. Uno de los más importantes pertenece a una Exhortación para sus religiosos, en la que les recomienda las obras que debían realizar, para asegurar su vocación y perseverar en el servicio del Señor. Tenía especial cuidado –casi obsesión– por inculcar la “perseverancia”. Y entre los medios más eficaces para ello, recomienda la devoción a la Virgen María y a su Esposo San José, modelos singularísimos de vivir la presencia de Dios, de silencio, de trabajo abnegado y de servicio fiel al Señor.

“Bien se deja entender –escribe el Santo– que la Madre de Dios y su esposo San José, que estarían bien ocupados interiormente, que tendrían alta oración; pues, haciendo de ellos comparación, no hay a quien asemejarlos sino a los querubines del cielo... Y si a San José le pintan dando al Niño Jesús una mano, en la otra le ponen una sierra, o un cepillo, dándonos a entender cuan a dos manos trabajó el glorioso Santo en este mundo”.

San José es para este Santo modelo también de la virtud de la prudencia, y del don de ciencia y de sabiduría cristiana, como dice en otro lugar de sus escritos. Además de ser Patrono y protector de la Iglesia, es modelo para todo cristiano, para recorrer con seguridad el camino derecho, que nos lleva al encuentro con Jesús y a la meta de la santidad, practicando siempre la voluntad de Dios nuestro Padre.

P. Enrique Llamas OCD

Tomado de: El mensajero de San José, Marzo-Abril 2006. N. 398, pp. 8-9.


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