San José

Diario digital del Centro Josefino de Chile

09 agosto 2006

El encuentro con el Padre de una Hija de San José


En recuerdo de Nuestra hermana Ana Luisa Román

Hoy 8 de Agosto nos reunimos para despedir a nuestra Hermana Ana Luisa Román Ureta, quien nace el 28 de Octubre de 1919 en Chimbarongo, sexta Región, siendo bautizada en la Iglesia parroquial.

Hija de José Francisco Román y de Soledad de las Mercedes Ureta, fue la mayor de 10 hermanos.

Recibió el sacramento de la Confirmación de manos del Señor Obispo don Rafael Lira el 5 de Febrero de 1928 en la Parroquia de San Enrique.

Siendo enfermera de la Clínica Santa María, conoció a las hermanas de la Congregación, ingresando al Postulantado el 21 de Noviembre de 1956 haciendo la profesión de sus primeros votos el 15 de Diciembre de 1957 y Profesión Perpetua el 2 de Abril de 1961.

Se distinguió por ser una hermana con un gran amor a los niños, especialmente en el Hospital Roberto del Río donde misionó durante 12 años, preocupandose especialmente de darles una mejor atención con dedicación y esmero. Para ello, constantemente se perfeccionaba en cursos de enfermería. Su trabajo con los niños quemados e infecciosos era muy reconocido.

Desde el año 1972 a 1981 fue Superiora de la Comunidad de Maipú.

Desde 1982 a 1987, Superiora de la Comunidad de San Bernardo y reelegida hasta 1993.

Fue Vicaria General y Superiora de la Casa Central en los períodos desde 1993 a 1999.

Se destacaba por su gran preocupación por cada una de las hermanas, especialmente las más jóvenes, siendo ejemplo de sencillez y amor maternal para ellas.

Hacia el personal del cual estaba a cargo entregaba su cariño y respeto, preocupándose de cada detalle para que se sintieran acogidos y respetados.

Fue una hermana que se preocupó siempre de los sacerdotes, orando por la fidelidad de cada uno como una verdadera madre.

Madre Ana Luisa fue una hermana que amaba en profundidad al Señor y su vocación como consagrada fue siempre un testimonio de fidelidad, entereza ante las dificultades, sacrificio al llevar su enfermedad con paciencia, cuidando de no causar incomodidad a su comunidad. Su amor también era hacia su Patria, ello lo demostraba siempre saludando a los carabineros en el día de su aniversario con sus ricas tortas, principalmente cuando misionó en San Bernardo.

Muy amante de la Virgen, a quien rezaba durante todo el día el Santo Rosario por las vocaciones y la perseverancia de cada una.

Fue una hermana que siempre vibró con la creación del Señor, la naturaleza, las flores sobre todo el copihue, los pájaros, teniendo una gran cantidad de canarios que cuidaba y regalaba.
Gozaba con los niños y jóvenes, siempre tenía alguna golosina que darles, los aconsejaba y motivaba a que fueran mujeres y hombres de bien, y se realizacen como personas agardeciendo a Dios por lo que les dió.

Nos deja el recuerdo de una buena mujer, caritativa, muy generosa y por sobre todo una mujer consagrada que vivió en profundidad sus Votos de Pobreza, Obediencia y Castidad.

Le pedimos que desde la eternidad, interceda por todos nosotros para que vivamos el Evangelio de Cristo en nuestra vida diaria y seamos personas de paz en este mundo.

Madre Ana Luisa, mereces el premio de los justos, entra en el gozo de nuestro Señor...


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