San José

Diario digital del Centro Josefino de Chile

21 diciembre 2006

Erri de Luca y un cuento de San José


En este cuento encontramos a una figura que se asemeja más a Job en el diálogo con sus amigos (Job 2, 11-37, 24), que a José de Nazaret. Esta creación literaria presenta a un Josef atormentado y abatido, por la prueba y la desazón del destino. Alejándose, con esto, de esa figura evangélica que, frente a la duda y a la adversidad, escucha y actúa, como de hecho lo hizo el esposo de María. La narración parece ser un espejo que puede despertar la sensibilidad, hacia la providencia divina, del hombre y la mujer contemporáneos que enfrentan diversas contrariedades en la vida.

(Foto: Erri de Luca)

El sueño de José y los 33 círculos de la madera

“Él nos ha hecho y nosotros somos suyos: esto dice el salmo número 100, querido maestro Josef. Nos has hecho frágiles, de arcilla, por eso más que esto no podemos pretender de nosotros. Nos debe bastar el saber: que nosotros somos suyos, y pertenecemos a su omnipotencia”.

“Tienes usted razón, por cierto. La edad que le emblanquece la barba conoce más cosas que yo. Y le agradezco por haberme acogido a mí y a mi esposa Miriam junto a su fuego. Mi dificultad es que no logro creer en su voluntad de imponernos todos estos trabajos. Los romanos ocupan nuestro suelo, ponen su Júpiter sobre el templo de Jerusalén, crucifican a nuestros jóvenes que se rebelan. Y nos imponen impuesto sobre impuesto. Ahora, además, este censo obligatorio en pleno invierno: debo llevar sobre senderos de fango y de nieve a mi esposa encinta en el último mes. No puedo creer que todo esto sea obra de su voluntad. Lo digo para defender a nuestro Señor, no por acusarlo: él no tiene nada que ver. Deja hacer, se ha cansado de nosotros y ha cubierto su rostro”.

“Maestro Josef, hemos acampado en torno a este fuego que nos calienta y nos permite derretir la nieve y saciar nuestra sed. Estamos sobre la noche más estrellada, tenemos buena ropa, calzado fuerte, nuestra burra no cojea, su mujer duerme tranquila entre gruesas lanas de oveja: ¿Cómo puede decir que Elohim se ha olvidado de nosotros? ¿No toca con todos sus sentidos sus cuidados? Esta noche, con más fuerza aún, nosotros somos suyos. Y después, al final de nuestra comida hemos recitado juntos la acción de gracias: porque hemos comido de aquello que es suyo”.

“Tiene razón, recité con usted la fórmula, pero más que por costumbre por limpiarme la boca con cualquier palabra buena de la santa lengua, que por fe. La estoy perdiendo. Este año me ha puesto a prueba. Conoce mi caso. Desposé a una muchacha, Miriam, encinta por un anuncio, no por mí. Es un caso jamás escuchado en Israel: una virgen encinta. Las otras veces que un ángel había anunciado una gravidez, se trataba de mujeres estériles, y los hijos concebidos después de la venida del mensajero eran carne del esposo legítimo. A mí me tocó desposar una virgen encinta. El caso irregular me ha puesto contra toda la comunidad. Querían que yo la repudiara. Debía ser lapidada como adúltera. Pero yo la amo y le creo, por esto la he defendido con todo lo que soy: con todo mi corazón, con todo mi aliento y con todas mis fuerzas”.

“Maestro Josef, este verso que ha recitado, se dice por entero: Y amarás a tu Dios Elohim con todo el corazón y con todo tu aliento y con todas tus fuerzas. Tú que tomas el derecho de amar a tu mujer con la formula prevista para el amor que se debe a la divinidad”.

“Así es, este año he amado a mi mujer, a mí Miriam, quitando el amor de la provisión destinada a Él. Y ahora mi tarea en la tierra es servir y honrar a mi familia, proveer a la esposa y al hijo que lleva en su seno. No sé quien es, sólo sé que no es mío, no viene de mi semen. Pero lo inscribiré a mi nombre y estará en el registro de mi familia, que desciende directamente del rey David. Este año mi vida ha cambiado, no tengo fuerzas para dedicar a la divinidad, debo cuidarlos a ellos”.

“Maestro Josef, dice que no cree que nuestro Elohim se ocupa de nosotros. Pero yo quiero demostrarle lo contrario no con un razonamiento, sino con sus mismas palabras. Su mujer está encinta esperando una criatura y me ha dicho, ahora, debe proveerla a ella y al hijo que está en su seno. ¿Cómo sabe que se trata de un hijo hombre?

“Eran las palabras del anuncio”.

“Que usted no ha escuchado y a las cuales ha creído a través de las palabras de su mujer: esto demuestra que usted, maestro Josef, es el más creyente de los hombres de la tierra. Usted cree con la sobreabundancia del amor, no con la carestía de la sabiduría. Usted, por amor, cree a su mujer, al anuncio, a la noticia que será un varón. Usted es un justo en Israel. Mire esta noche: junto a este fuego que no ha encendido, ha pedido hospitalidad y mírese acogido. Esta es una noche para agradecer. Usted es carpintero: ¿no es un prodigio esta materia viva que arde delante de nosotros y nos calienta, coce el pan, ilumina, funde los metales? ¿No lo conmueve la madera?

“Sí, me conmueve la madera. Subo a cortarla en el bosque en la luna justa, la maduro, la trabajo según la veta. Amo la madera, pero aún esto me han echado a perder los romanos, que la emplean para crucificar a nuestros hermanos. Y temo por el hijo que debe nacer en esta tierra. Temo por este arbolito que está aún toda la raíz en el seno de mi mujer”.

“Vaya a tomar un pedazo de madera, maestro Josef, no importa el tamaño, escójalo usted.

“¿Debe servir para el fuego?”

“No, no haga preguntas , vaya y traiga uno a su gusto”.

“Como quiera, hay muchos aquí cerca, lo hago rápido”.

“Hágalo con calma”.

“Aquí está la madera”

“Ha escogido un hermoso tronco, maestro Josef”

“¿Puedo saber ahora para que sirve?”

“¿Cuántos años tiene? Cuente los círculos, cuente bien maestro Josef”.

“He contado 33”.

“De este manera usted mismo ha establecido, esta noche, los años que esperan a su hijo. Usted mismo ha elegido la madera”.

“¿Qué dice? ¿Cómo es posible? Y usted, usted quién es?”

“Yo soy su sueño de esta noche, maestro Josef. Mañana no lo recordará. Mañana llegará a su destino, a Bet Léhem y todo sucederá como debe ser. Tendrá un hijo varón”.

Tomado de Diario italiano: L’Avvenire del día jueves 21 de diciembre de 2006.

Erri di Luca (Erri de Luca nació en Nápoles en 1950. Abandonó su casa a los 17 años para unirse a la organización de extrema izquierda Lotta Continua, a la que estuvo vinculado hasta su disolución en el año 1976.

Tras 19 años de trabajo como obrero de la construcción, descubrió la literatura cuando decidió cambiar la televisión por la lectura para, en sus propias palabras, no tener la sensación de "haber desperdiciado inútilmente el día".

Su carrera como escritor la inició con la novela 'Aquí no, ahora no', publicada en 1989. Sus dos últimos libros, 'Tú, mío' (1998) y 'Tres caballos' (1999), le han convertido en uno de los escritores de mayor éxito de Italia. En la actualidad, compagina la narrativa con la traducción del hebreo antiguo de la Biblia, otra de sus grandes pasiones, a pesar de no ser creyente).

Traducción del Italiano y comentario inicial: Cenjosch


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