San José

Diario digital del Centro Josefino de Chile

20 agosto 2007

¿En qué consiste la devoción a San José?


Se dijo, tiempo atrás, que España era un pueblo que tenía más devociones que devoción. Tal vez fuera un poco exagerado. Pero acaso no del todo injusto. Porque es cierto que muchas devociones no estaban exentas en mucha gente, de buena dosis de sentimentalismo, magia, mito, fanatismo y hasta superstición. Ojalá que esto sea realmente algo del pasado. Pero mucho me temo que quede aún alguna secuela indeseable . Por lo cual se ahce obligatorio recurrir al magisterio oficial de la Iglesia.

La verdadera devoción a San José

El Concilio Vaticano II quiso atajar desviaciones y centrar la atención de los fieles preferentemente, en el Misterio de Cristo y de la eucaristía.

Muchos malinterpretaron su doctrina. Pensaron que el culto y la devoción habían de centrarse exclusivamente en Jesucristo, único mediador. Y esto les llevó a aberraciones y extremos incomprensibles. Se arrumaron retablos preciosos y se llegó a quemar imágenes de santos en la plaza pública. ¡Tremenda aberrarción!

Porque el Concilio dice expresamente: “La participación en la liturgia no abarca toda la vida espiritual”… Y a renglón seguido: “Se recomiendan encarecidamente los ejercicios piadoso del pueblo cristiano”… A lo que añade la coletilla: “Con tal que sean conforme a las leyes y a las normas de la Iglesia”…

Para que no quede la más mínima duda sobre el particular, enseña: “de acuerdo con la tradición, la Iglesia rinde culto (devoción) a los santos y venera sus imágenes y sus reliquias auténticas. Y también las fiestas de los santos” que proclamen las maravillas de Cristo en sus servidores y proponen ejemplos oportunos a la imitación de los fieles.

Luego precisa lo que es la VERDADERA DEVOCIÓN, para que nadie se llame a engaño. Refiriéndose a la Virgen María, dice: “Estimen mucho los fieles las prácticas y ejercicios de piedad hacia ella, recomendadas en el curso de los siglos por el Magisterio, y observen religiosamente aquellas cosas, que en los tiempos pasados fueron decretadas acerca del culto de las imágenes de Cristo, de la Bienaventurada Virgen María y de los santos”.

Insiste más adelante el Concilio en la verdadera devoción a María. Sus palabras son aplicables, en su medida, a San José, asociado a ella y a Jesús —en calidad de padre y esposo— en su misión salvadora. Dice así: “Recuerden, los fieles que la VERDADERA DEVOCIÓN no consiste ni en un afecto estéril y transitorio, ni en una vana credulidad, sino que procede de la fe verdadera, por la que somos conducidos a conocer la excelencia del padre virginal de Cristo y esposo purísimo de María y somos excitados a un amor filial hacia el padre de Jesucristo y a la imitación de sus virtudes”.

En consecuencia, esta misma enseñanza la recomiendan los pastores: “Enseñen, pues a los fieles que el auténtico culto (devoción) a los santos no consiste tanto en la multiplicidad de actos exteriores cuanto en la intensidad de un amor práctico, por el cual… buscamos en los santos “el ejemplo de su vida, la participación en su intimidad y la ayuda de su intercesión”.

Doctrina, que refleja la liturgia hecha vida, en el prefacio de la misa de los santos: “Tú, Señor, nos ofreces el ejemplo de su vida, la ayuda en su intercesión y la participación en su destino, para que ayudados por su presencia alentadora, luchemos sin desfallecer en la carrera y alcancemos, como ellos la corona de gloria que no se marchita”.

Según la doctrina de la Iglesia, está claro en qué consiste la VERDADERA DEVOCIÓN A SAN JOSÉ. Está en un impulso fuerte del corazón que nos lleva a contemplar su grandeza. No hay en el mundo ninguna mayor; porque no hay nada comparable a ser el padre virginal de Hijo de Dios hecho hombre y el esposo purísimo de la madre del Verbo encarnado. Este doble título le confiere la grandeza más excelsa del universo. De ahí su poder incomparable de intercesión. Está también en imitarle con mayor fidelidad. No hay santo, dentro de su grandeza, ni más cercano, ni más asequible, ni más sencillo, ni más humano que él. Está en invocarle con la máxima confianza, pues, —según Santa Teresa— socorre en todas las necesidadespues no hay nada que le nieguen su Hijo y su esposa.

Para la Santa Madre, su apasionada devota, la mejor manera de honrarles es “contemplar sus virtudes y pedir al Señor se las conceda”. Por eso nosotros vamos a hacerlo en sucesivos artículos.

Isidoro García de San José ocd

Tomado de: El Mensajero de San José, julio-agosto 2007, n. 406, pp. 4-5.

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