San José

Diario digital del Centro Josefino de Chile

29 agosto 2007

San José: nomada del Señor


José, nómada del Señor

En los tiempos de Jesús, los medios de trasporte eran muy restringidos: se debía ir a pie o a lomos de un asno. Es por esto, que cuando Jesús se aventura fuera de su provincia natal, Galilea, hacia los pueblos de Tiro y Sidón en Fenicia, los autores de los evangelios sinópticos no omiten mencionarlos (Mateo 11, 21- Marcos 3, 8 – Lucas 10, 13). Jesús realizará allí, comúnmente, milagros. Todo esto para decir que es un caso poco común, una incursión muy rara, teniendo en cuenta las distancias a recorrer. Mas ¿Que hay de las peregrinaciones de José, ese creyente infatigable?

Intentemos rehacer, con él, el recorrido que en su rol de jefe de familia y de padre del Hijo que Dios le ha confiado.

La partida de la pareja

La estadía de María en Ain Karim donde vivía Isabel y Zacarías, fue de corta duración si se confía en los relatos evangélicos. En efecto, un edicto de César Augusto, el emperador romano de la época, ordenó un censo para todos sus súbditos ordenándoles ir a sus pueblos de origen. José provenía del linaje de David y debía dirigirse a Belén con su esposa encinta (Lucas 2, 3-6).

¿Es imposible imaginar el largo peregrinaje de José hacia ese pueblo lejano de Samaria, hacia aquella tierra contraria a las costumbres y a las prácticas extranjeras? Además, caminar con una mujer a punto de dar a luz y esto, en las condiciones más precarias, resalta el milagro. ¿Qué decir también de los riesgos incurridos sobre esos caminos en donde se esconden los ladrones? Sin hablar del estorbo y de la muchedumbre causada por una confusa multitud, los rechazos de quienes albergan, del refugio: un establo cavado en la misma roca. José había soñado otra decoración, otra tierra nativa para su hijo confiado a sus cuidados por el ángel del Señor.

Tú que sueñas…

José tú que sueñas una vida simple con sueños a tu medida, qué sorpresa el escuchar el mensaje impresionante del ángel. ¿Quién no ha visto, un día, sus sueños rotos? ¿Su ideal, cambiar de rumbo? Su misión, empujada a otras fronteras? José puede enseñarnos la confianza y el abandono. Cuando es Dios quien nos guía, el camino es el bien, aún cuando sea imprevisible.

El camino de vuelta

Ocho días pasaron desde el nacimiento de Jesús. Según la ley de Moisés, se debe presentar al templo de Jerusalén todo varón primogénito para consagrarlo al Señor (Lucas 2, 22-23). Jerusalén fue por tanto la primera pausa en el camino de regreso. Si era difícil viajar con una mujer encinta, no era menos ponerse en camino con un recién nacido y una joven madre. Pero José es consciente de andar bajo la mirada de Dios. Así el justo y piadoso Simeón acoge bajo el umbral del templo esa trinidad de la tierra. Cuando José tiende el niño, un canto de alabanza sube a los labios del anciano: el puede morir en paz porque sus ojos han visto la salvación de Dios (Lucas 2, 25.30). José no debió entender nada, sino sorprenderse de una alabanza como aquella (Lucas 2, 33). Pero el hecho de estar en un lugar espiritualmente tan alto debió persuadirlo de una cosa: las palabras del anciano no podían sino venir del cielo…

Tú que vas al templo…

José, tu que vas al Templo a presentar el Hijo de la promesa, hazme entrar contigo en el templo de mi corazón para encontrar allí a aquel que vive en él. Haz que dé gracias de esa riqueza increíble: la salvación me ha sido dada, la salvación habita mi tierra interior.

La huida a Egipto

Los evangelios cuentan sin preocuparse si coincide su cronología. Encontramos, pues detalles en uno, pero ausentes en otro. Así en Mateo, el regreso a Nazaret acontece después de la visita de los magos, él nos cuenta el sueño de José y su partida precipitada hacia Egipto porque Herodes quiere hacer morir a ese rey de los judíos del que hablan los sabios de Oriente (Mateo 2, 1. 13). ¡Qué viaje para José! ¡Qué aventura para María y Jesús! Atravesar esas regiones hostiles y paganas para en fin penetrar en una tierra extranjera en calidad de refugiados y allí encontrar un país de acogida, es la realidad que espera a la sagrada familia.

Tú que puedes entender…

José, tú que puedes entender todas esas gentes que abandonan una tierra de origen, donde ellos pensaban vivir y sobre todo morir en medio de sus ancestros, para buscar refugio hacia otro lugar desconocido en el cual las costumbres y el culto son diferentes. Ayúdame a cuidar mi acogida y a intentar comprender a esos desenraizados a menudo víctimas de un poder opresor.

El regreso a Nazaret

Siempre bajo la guía del Ángel del Señor, José comprende que el peligro no amenaza más: herodes, el rey sanguinario, ha muerto. “Ponte en camino a la tierra de Israel” (Mateo 3, 20) dirá, por una ultima vez el Ángel del Señor. Nueva y última partida para José. ¿Fue largo el viaje de retorno? ¿Penoso? ¿Egipto fue dejado con nostalgia? Los evangelistas no juzgaron conveniente informárnoslo. Aquello que cuenta a sus ojos, es la prontitud, la obediencia diligente de José, para ponerse en camino con sus dos tesoros: el niño y su madre. Eterno peregrino, Infatigable viajero, Nómada del Señor, he aquí los títulos que van bien con la personalidad de José.

Tú que caminas en la confianza…

José, hombre de senderos desconocidos, padre de un hijo nacido en tierras extranjeras, esposo de una mujer de las mismas raíces que las tuyas, tú caminas en la confianza. Guíanos por nuestros caminos de vida, por nuestros atajos. Condúcenos allí donde el Ángel del Señor nos espera. Enséñanos a escuchar sus mensajes y a responder con prontitud.

Ghislaine Salvail, sjsh

Tomado de: El Oratorio de San José de Montreal (L'Oratoire), Julio-agosto 2007, volumen 96, número 4, páginas 18-19.

Traducción del francés: Cenjosch

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