San José

Diario digital del Centro Josefino de Chile

29 septiembre 2007

Los convivientes y los esposos de Nazaret


El problema

Responde Angelo Forti

Los “parejas convivientes” y los esposos de Nazaret

Distinguido Señor Director: en las semanas anteriores, mientras los medios de comunicación hablaban de los “DICO” (DICO es una sigla que significa"Derechos y deberes de las personas establemente Convenidos), de las “parejas convivientes”; en una discusión entre amigos en el bar alguno sostenía que también San José y la Virgen podían ser considerados, como una “pareja conviviente”, ya que en el momento de la Anunciación del Ángel a la Virgen no estaban oficialmente casados sino desposados.

Me agradaría saber un poco más.

Gianfranco Senisi - Padua

Distinguido Señor Gianfranco:

Por desgracia cuando se habla de Iglesia, entre los periodistas son muchos que entran en esos argumentos con tal impetuosidad que nos hacen pensar en un elefante que cruza el umbral de un negocio de cristalería. Le dejo imaginar qué cosa sucede. Así sucede para aquellos que más que informarse sobre los hechos se dejan informar de los hechos: el único libro que leen son los hechos reportados por las agencias. Cuando las informaciones “por el se supo que” son capturadas por el orgullo, no es necesario ser entendidos para comprender que el orgullo es un mal compañero del diálogo.

Así también San José se convierte en un argumento para sostener las propias ideas.

Para el mundo hebreo, por tanto, también para San José y María, casarse y criar a los hijos ocupaba el primer puesto entre las prescripciones religiosas y era la fuente de bendición de parte de Dios, mas bien, los rabinos que comentaban las páginas de la Biblia decían que “quien no se casa vive sin alegría, sin bendición, sin bien”. Los rabinos sugerían a los padres que casaran a sus hijos, cuando el padre tenía todavía “la mano sobre el cuello”, en práctica, cuando no se habían hecho completamente independientes de la familia.

Cuando el joven había escogido a la esposa iniciaba el período del desposorio que adquiría una gran importancia sea para el recíproco conocimiento, sea en el preparar la casa que habría hospedado a los dos jóvenes. La mujer, en la lengua hebrea, significa “casa”, por esto el desposado y el marido después, no decía: “mi mujer”, sino “mi casa”. La casa es el símbolo de la seguridad, de la paz y de la tranquilidad del hombre enamorado de su vida. El Talmud, esta colección sapiencial hebrea, ha dicho: “La Torah (la Ley) enseña el camino recto; el hombre debe primeramente fabricarse la casa, por tanto, plantar una viña y por lo tanto, tomar una mujer”.

En la frase de los desposorios la joven era considerada consagrada al Señor, era ya el santuario de la bendición de Dios y jamás se habrían ido a vivir juntos antes del matrimonio oficial, organizado con tanta fiesta por las compañeras de la joven esposa. En la narración del evangelio de Mateo se dice que el Ángel apareciendo a José, le sugiere: “No temas tomar contigo a María tu esposa”, quiere decir que había terminado el período del desposorio e iniciaba el momento matrimonial del vivir juntos.

El estado del desposorio reconocía prerrogativas y obligaciones casi idénticos al matrimonio. Probablemente a José le faltaba establecer con Joaquín y Ana, los padres de María, la dote, la donación que el desposado debía ofrecer al padre de la esposa. No era un precio de compra, como si fuera una mercancía, sino un pacto de alianza, una obligación entre las familias del esposo y de la esposa.

Comparar a la pareja de María y José o hacerlos más encima prefiguración de los “convivientes” es locura y desprecio de la historia de un pueblo que veía en el matrimonio el símbolo de la bendición divina que ni siquiera el diluvio había borrado.

Este era el clima de sacralidad en que vivía el pueblo hebreo. En el tiempo de Jesús se habían inventado esta leyenda: Una enfermera romana, tal vez mujer de algún militar del Imperio, preguntó a los rabinos cuántos días habría trabajado Dios para crear el mundo. A la respuesta que había tardado seis días ella preguntó: “Entonces ¿Qué es lo que hace, Dios, hasta el día de hoy?”. El maestro de la ley respondió: “¡Está concertando matrimonios!”. Era la convicción común que los matrimonios antes de ser celebrados en la tierra habían sido hechos en el cielo aún antes del nacimiento.

Tomado de :

La Santa Crociata in onore di San Giuseppe (La santa cruzada en honor de San José), n. 8, agosto-septiembre 2007, p. 4.

Traducción del italiano: Cenjosch

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